Lo que queda después

Me encantaba surfear hace unos años. Deslizarme por la pared de la ola subido en mi buggy y notar como el tiempo se paraba. A veces sales victorioso de ella y otras te manda a lo más profundo a dar una vuelta con las algas. El mar no entiende de treguas: si te embobas, lo pagas caro. Celebrar, soportar el dolor de un golpe o dar gracias por haber podido salir a la superficie ha de ser rápido. Lo que sea, pero por dentro. A remar de vuelta al pico.

La cabeza, en otra de las suyas para enturbiar un buen recuerdo, me lleva a esa imagen. Un chaval insignificante al que una ola de metro y medio le va a romper en las narices. Lo demás es historia. Remas hacia el horizonte como si no hubiera un mañana, pero sabes perfectamente cómo vas a acabar. No es la primera vez que te pasa. Intentas hacer el pato, pero estás perdido. La fuerza del océano te tira del corcho y los segundos tienen pereza para pasar de uno a otro. El mar se ceba contigo. Cuando logras salir, miras hacia el fondo. Rezas porque la serie haya acabado. Necesitas oxígeno. Cómo algo que te gusta tanto conserva episodios donde pasas tanto miedo.

Solo así podré estar preparado para pillar la mía: la que me olvide de los revolcones anteriores y le dé sentido al porqué me he metido a surfear por estas aguas

Estoy en Madrid y acabo de salir a la superficie. Hace dos meses que me metí a surfear y aún no he alcanzado el pico. Me ha pillado por el camino, pero la orilla está lejos. No puedo volver. Tengo que remar, quitarme el agua salada de los ojos y volver a subirme a mi tabla. No hay tiempo para lamentarse, la siguiente ola la veo formarse a lo lejos. Si me doy prisa, tal vez llegue a pasarla sin complicaciones. Solo así podré estar preparado para pillar la mía: la que me olvide de los revolcones anteriores y le dé sentido al porqué me he metido a surfear por estas aguas. Cuando me siente a quitar las aletas en la orilla, estoy seguro de que pensaré lo mucho que valió la pena tirarme por esa ola que creí que me rompería en la cara. Porque, cuando el baño es difícil, una mísera ola da para justificar todo el esfuerzo realizado. Y yo voy a empezar a remar, que ya viene.

Pepe Ortega Monedero

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