El arte de crear

En uno de esos viajes por la “carretera interminable” que une Cádiz con Sevilla, mi cabeza concluyó que tengo la suerte de estar rodeado de personas ambiciosas con un talento descomunal. Mas allá del rédito que puedan obtener por lo que hacen, el hecho de crear un proyecto y materializar una idea, con todo lo que eso significa, nutre una habilidad del ser humano tan importante como despreciada: la creatividad. Son muchas las vertientes en las que esta capacidad innata del ser humano se limita hasta niveles absurdos.

En la educación, una de las piedras fundamentales para su desarrollo, las formas de evaluación tienden a mecanismos sistematizados de estudio que reduce la capacidad de pensamiento crítico. Por otra parte, la familia también juega un papel importante. Tengo sentimientos encontrados cuando voy a comer a algún sitio y en la mesa de al lado veo a un niño pequeño con el móvil. Lo fácil, y lo primero que se me pasa por la cabeza, es criticar -para mis adentros- a sus tutores por mutear a su hijo con Peppa Pig. Acto seguido mi cabeza, disfrazada de abogada del diablo, imagina una serie de contextos que les justifiquen. ¿Y si es el único momento de la semana que tienen para desconectar y tomarse una caña con los amigos? Otra cuestión me bombardea: ¿Qué me diferencia de aquel niño si me he percatado de él cuando he bloqueado mi móvil y he ojeado a mi alrededor? Al margen de que prefiera darles a mis hijos un libro o un balón antes que una pantalla, no he llegado a una conclusión exacta acerca de si son legítimos los argumentos de sus mayores; supongo que el tiempo me la dará.

Paso el antiguo peaje de Lebrija y suena la melodía del inicio de un tema de un amigo mío. Hace tiempo que no nos vemos, pero me ameniza esta carretera tan aburrida que tanto asco me provoca. Paro de cantarla y pienso en lo importante que es tener amigos que se atrevan, no solo a compartir sus cosas, sino a enfrentarse a uno mismo y a la inmensidad de un folio en blanco. En ese rectángulo de papel se libran las peores batallas: las que libras tú contra ti, para que cuando acabes tu creación seas tú contigo. Pienso que esa es una de las razones por las que evitamos dedicarnos tiempo y nos evadimos sumergidos en una rutina organizada conscientemente para no pensar, algo totalmente legítimo bajo mi punto de vista, a nadie le gustaría verse naufragado en mitad del Océano y tener que salir a flote con cuatro tablas de madera que pilles por ahí. Pero igual es necesario. Por eso admiro a mis amigos y me enorgullece estar rodeado de escritores, cantantes, diseñadores gráficos, fotógrafos, creadores de marcas de ropa; porque les escucho hablar de sus proyectos y me contagian su ilusión; porque más allá de todo eso, son personas valientes que proyectan la sensación de que yo también puedo combatirme.

Pepe Ortega Monedero

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